Extracto de
http://www.carlosbermejo.net
SUMARIO
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“He soñado con el
Demonio”
Estudio de
la negación en un sueño,
Juan manuel Gasulla
Roso
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Una parte importante en la formalización
del psicoanálisis es el estudio de las negaciones para
comprender la lógica de lo inconsciente. Pero este esfuerzo de
formalización sería estéril si no tuviera una aplicabilidad
clínica.
Expondré el análisis de un sueño y a su
través desarrollaré un breve estudio sobre las negaciones que
provienen del inconsciente, como parte integrante y fundamental
de su lógica, extrayendo algunas consecuencias clínicas.
Exposición del sueño
Una
mujer joven acude a la sesión muy angustiada por el sueño que ha
tenido esa noche.
-“He
soñado con el Demonio. Era un ser horrible. Me daba pánico. Su
imagen era espantosa, tanto como su presencia. No tenía
escapatoria: El estaba por todas partes. Era terrorífico y he
sentido una angustia espantosa. Pero inmediatamente he pensado:
¡Qué tonta soy! ¡Pero si no es el Demonio! ¡Es San Nicomedes!.
Al instante, la imagen del Demonio se ha trasformado en la
imagen de San Nicomedes. Todo lo que era angustia y miedo por la
presencia del Demonio, se ha trasformado en paz y serenidad y la
angustia ha desaparecido.”
Con
el Demonio asocia lo malo, la maldad, el miedo; un ser que no
tiene piedad y que es malo. Asocia también que a ella le decían,
de pequeña, que si era mala el Demonio vendría por la noche y se
la llevaría. Al soñar con el Demonio, la idea que le viene a la
cabeza es que el Demonio se la venía a llevar. Por eso se
angustia tanto en el sueño. Por el miedo y por la angustia de
que se la lleve.
Con
San Nicomedes no asocia nada. Ni tan siquiera sabe si ese santo
existe. Lo único que se le ocurre es que con la trasformación de
la imagen del Demonio en la del santo, la angustia le ha
desaparecido. Con el santo puede asociar la bondad, el Cielo, el
ser bueno, la ausencia de maldad.
Instada a concretar más sobre la maldad, relaciona esa maldad
con lo que para ella era el motivo que la llevó al análisis,
además de los violentos ataques de angustia inmotivados que la
asaltaban con cierta regularidad en los últimos tiempos. Tal
como se había presentado en la primera entrevista, a la que
había acudido con su marido, ella traía una preocupación
dominante: convencer a su marido de que las relaciones
incestuosas que había tenido con su padre (que era policía)
cuando era niña, no le afectaban para nada ahora, y que las
actuales crisis de angustia no tenían nada que ver con aquello,
como sostenía el marido.
La
mayor de una fratría de 6 hermanos, a la edad de 13 ó 14 años
fue requerida sexualmente por su padre, estando la madre
embarazada del último de sus hermanos, a lo que ella accedía
gustosa (le gustaba mucho lo que le hacía su padre) y temerosa
por si los descubrían. En el silencio de la noche, cuando todos
en la casa dormían, ella se levantaba de la cama y se echaba en
el sofá de la sala recostándose con las piernas abiertas
esperando que el padre llegara. El
padre no la penetró nunca.
En
una ocasión, la madre la acorraló junto a una ventana. Le
preguntó: “¿Qué te hace tu padre?...Tu padre te toca,
¿verdad?... ¿Dónde te toca tu padre?... ¿Te toca los pechos?”
En ese momento, ella se sentía morir. Acorralada, la angustia lo
invadía todo. No tenía palabras y no podía hablar. Cuando la
madre le sugirió que lo que le hacía el padre era tocarle los
pechos, ella se apresuró a decir que sí, que era eso. “¡Pues
si tu padre te vuelve a tocar los pechos, te mato!” (Desde
entonces, ella no soporta que ningún hombre le toque los
pechos)
En
la frase de la madre había algo incomprensible para ella, aunque
comprendió bien. La madre convenía en mantener una mentira, pero
la acusaba a ella de incitar al padre, porque de otro modo ¿por
qué la iba a matar a ella si él le tocaba los pechos? A todas
luces, la madre no creía en la inocencia de la hija, pero no
cuestionó la conducta del padre.
Por su
parte, la paciente aceptó la salida que le había dado la madre y
no confesó lo que en verdad hacía con el padre ni que era ella
quien lo iba a buscar y lo esperaba por las noches. ¡Le gustaba
mucho lo que le hacía el padre!
La
intervención de la madre puso fin a los encuentros furtivos y
cuando tras la escena con la madre se cruzó con el padre y éste
intentó tocarla, ella le apartó la mano con rabia, de modo
violento y añadió: “¡Déjame! ¡No vuelvas a tocarme!”
Aquello puso fin a los encuentros y al cabo de un tiempo las
relaciones con el padre se normalizaron; también con la madre,
que se mostraba más tranquila con respecto a ella.
Análisis del sueño
Imagen del Demonio Imagen del Santo
DEMONIO SAN NICOMEDES
Parecía claro que, trabajando ahora sobre las palabras, en
realidad la palabra SAN cumplía la función de invertir una cosa
en su contraria y que en la lectura
El “SAN”
autorizaba la lectura invertida de la palabra NICOMEDES. Esta
lectura arrojaba:
SE DE M- O IN
C
Se
ve si sacamos la C y leemos invertidamente OIN como NIO.
La
frase leída de forma lineal, dice:
En
la operación final puede decirse que:
1:
SAN cumple las funciones de invertir la palabra y la imagen en
sus contrarias y, en consecuencia, autoriza la lectura invertida
de la palabra Demonio.
2:
La trasformación del Demonio en San Nicomedes, que es lo que
aparentemente calma la angustia, encierra la afirmación de lo
contrario: diríamos que es un santo que encierra en su seno el
imperativo de ser el, o como el, demonio.
3:
Lo que en verdad calma la angustia es la aparente trasformación
de la maldad en santidad, pero llevando oculta en su seno la
maldad.
4:
La negación de la percepción (formada por la imagen del demonio
y por un significante DEMONIO), arroja como resultado una
partícula SE (o ES), la misma palabra DEMONIO para cuya lectura
ha sido preciso un retroceso lineal, la eliminación de una letra
y un empalme con una letra anterior (movimiento sugestivo de ser
leído sobre una banda de Möbius) y un resto no significante, que
es una letra (C).
Tras
este análisis, la paciente comprende que, en realidad, lo que
ella quería era seguir siendo mala y no haberse visto privada de
las relaciones sexuales con su padre. También, que bajo la
apariencia de buena que ella muestra socialmente, se oculta la
envidia y los deseos de hacer daño a los demás.
Finalmente, el ser buena y sumisa no es más que la forma
reprimida de ser mala, es decir, que es mala siendo buena o que
su forma de ser mala es ser buena. Concluye relacionando las
crisis de angustia con situaciones en las que el ser buena ya no
le basta para ser mala, porque lo reprimido es ser mala
directamente. Estas situaciones son las que se relacionan con
sus venganzas cotidianas y sutiles en contra de su marido,
porque considera que no la trata bien.
Lo que la puso enferma, dijo, fue la
imposibilidad de manifestarle abiertamente sus quejas.
Análisis de las negaciones
Lo
acontecido como trabajo del sueño puede describirse como un
mecanismo defensivo ante una percepción angustiante descrito por
Freud y reconocible como una “trasformación en el contrario”.
En el capítulo VI de “La interpretación de
los sueños”, “El trabajo del sueño”, apartado C
“Los medios de figuración del sueño”, Freud aborda “la conducta
del sueño hacia la categoría de la oposición y la
contradicción. Lisa y llanamente la omite, el «no» parece no
existir para el sueño. Tiene notable predilección por componer
los opuestos en una unidad o figurarlos en idéntico elemento. Y
aún se toma la libertad de figurar un elemento cualquiera
mediante su opuesto en el orden del deseo, por lo cual de un
elemento que admita contrario no se sabe a primera vista si en
los pensamientos oníricos está incluido de manera positiva o
negativa.”
En el apartado H
del mismo capítulo, dice: “El trabajo del sueño, además de
acoger los afectos de los pensamientos oníricos o de reducirlos
a cero, puede todavía hacer otra cosa con ellos. Puede
trastornarlos hacia lo contrario. Ya tomamos conocimiento de
la regla según la cual, para la interpretación, todo elemento
del sueño puede figurar a su contrario como a sí mismo. Nunca se
sabe de antemano si debe suponerse lo uno o lo otro, sólo el
contexto decide sobre ello. [...] Esta mudanza en lo contrario
es posibilitada por el íntimo encadenamiento asociativo que en
nuestro pensamiento liga la representación de una cosa {Ding}
a la de su opuesto. Como cualquier otro desplazamiento, sirve
éste a los fines de la censura, pero es que no consiste sino en
la sustitución de una cosa desagradable por su contraria. Lo
mismo que las representaciones-cosa {Dingvorstellungen},
también los afectos pertenecientes a los pensamientos oníricos
pueden aparecer en el sueño trasmutados hacia lo contrario, y es
probable que este trastorno del afecto sea llevado a cabo las
más de las veces por la censura del sueño. Tanto la
sofocación del afecto cuanto el trastorno del afecto
sirven asimismo en la vida social [...] con miras a la
disimulación.”
Un
análisis desde el punto de vista de la lógica que ha operado en
la trasformación del sueño de nuestro ejemplo permite afirmar,
no obstante, que la primera operación sucedida tras la
percepción angustiante es una negación clásica, incluida en la
exclamación defensiva inmediata, que sigue a la percepción
angustiante: “¡Pero si no es el demonio!”.
Este
primer paso es, pues, una negación clásica del tipo:
(1)
p
Ú
Øp
que
leeremos: «‘p’ o ‘no p’», y cuya tabla de verdad nos
informa que si ‘p’ es verdadero, ‘no p’ es falso, y viceversa.
En el sueño, la percepción del demonio es simplemente negada en
un primer tiempo (“¡Pero si no es el demonio!”), y
no se informa sobre nada más, de modo que, si la paciente
hubiera interrumpido aquí con esa negación el proceso, en este
primer momento seguido a continuación de la percepción, al estar
negada la percepción lo único que sentiría el sujeto sería
angustia pura.
Ahora bien: la construcción misma de la frase que incluye la
negación ya advierte de que está próxima una conclusión que va a
desmentir la percepción. Esta conclusión, anticipada ya en la
oración que contiene la primera negación, es la construcción de
una segunda negación que consiste en afirmar lo contrario de lo
negado, pero con la condición de que ambos enunciados, el
afirmado y el negado, coexistan simultáneamente.
Es por la acción de esta segunda operación,
mediante la cual se construye una representación cuyo afecto
ligado es de signo contrario al angustiante, como se anula la
angustia.
La
construcción del nombre del santo incluye el nombre de la
representación angustiante. Es una negación que, como indica
Freud, es del orden de lo negativo y lo positivo, anulándose
mutuamente:
Para este tipo de negación, J.-M.
Vappereau
propone el nombre de “negación modificada”, que debe leerse como
“es falso que”, y la representa mediante una tilde (~
p) Así, en la construcción del nombre Nicomedes, resultado
final de la operación de represión del sueño del ejemplo, la
negación tilde se leerá: “es falso que [la imagen y el
nombre de San Nicomedes] sea el demonio y es falso que no sea
el demonio”.
Todo el proceso represivo se salda con una
operación de costura construida mediante dos negaciones: una
negación clásica y otra negación modificada Tal como se muestra
en el ejemplo, el conjunto del proceso se aviene a lo que Freud
le dio el nombre de “trasformación en lo contrario” y en este
ejemplo ocurre que la propiedad que Freud le atribuía al
lenguaje primitivo
no sólo consiste en mantener
unidos los opuestos, sino en que ambos han de coexistir en una
negación modificada. En esta operación de
costura (que ha trasformado Demonio en San Nicomedes) han
intervenido, además, la adición de una palabra que representa
una cualidad de un objeto (San), una deformación sobre la
palabra y la imagen ligadas a la angustia, y la incorporación de
algunas letras.
Esta
operación puede escribirse lógicamente del siguiente modo:
(2)
p
Þ
¬p Ù
~p
que
se lee: si p, entonces no p y es falso que p.
Los cálculos con las
negaciones
Para
poder predecir qué posibilidades le quedan al sujeto de poder
operar con esta trasformación, resolveremos las tablas lógicas
de las proposiciones que resultan de dichas trasformaciones.
La operación total ha quedado escrita en
(2) como
p
Þ
¬p Ù
~p,
que se lee: si p, entonces no p y negación
modificada p. Construimos, primero, la tabla lógica de la
conjunción:
¬p |
~p |
|
|
V |
V |
V |
F |
F |
F |
V |
F |
F |
F |
F |
Ahora llamaremos
W
a la expresión completa
"¬p
Ù
~p"
y construiremos la tabla de verdad de la expresión ““p
®
W”
”
A efectos prácticos, sólo nos interesa
comprender, de acuerdo con las tablas aquí deducidas, que si
dada una proposición p cualquiera, que es angustiante, la
conjunción de dos negaciones (una clásica y otra modificada)
siempre hará verdadero el enunciado.
Cabe esperar que esto tenga consecuencias
dramáticas para el sujeto, pues tendrá la certeza de que el
elemento contrario, que sustituye al elemento reprimido, es el
verdadero y, en el caso del sueño del ejemplo, que San Nicomedes
es la verdadera percepción y no el Demonio. El efecto sobre la
angustia, aliviándola e incluso haciéndola desaparecer, es
notable. Ahora bien, el elemento reprimido no ha desaparecido,
sino que ha modificado su estado.
En suma, la construcción de las negaciones
permite un cálculo lógico que hace desaparecer la angustia. La
negación más notable es la que proviene del inconsciente en
forma de negación modificada, pues hizo exclamar a la paciente:
“¿Pero yo he hecho eso? A mi no se me habría ocurrido nunca
una cosa así [refiriéndose a la trasformación de Demonio en
San Nicomedes] Claro que, si no he sido yo, ¿quién ha sido?”.
Consecuencias del mecanismo represivo
Es preciso analizar qué consecuencias y
efectos tiene sobre el sujeto el mecanismo represivo descrito
por Freud como “trasformación en lo contrario”.
Tal como se ha visto, es un proceso en tres
tiempos:
Primer tiempo o de la percepción
angustiante, donde irrumpe a la conciencia una percepción con
tres componentes: una imagen, un nombre y un afecto ligado al
conjunto imagen-nombre . Lo formularé como “Afecto +
imagen-nombre”.
Segundo tiempo o de la negación de la
percepción que, aunque operándose sobre el nombre, afecta de
igual modo a la imagen. Mediante esta primera negación, el
sujeto separa el afecto (angustia) de lo percibido
(imagen-nombre); Lo formularé como “Afecto sólo”.
Tercer tiempo o de la afirmación de lo
contrario, conservando los trazos del elemento reprimido y
mutando el afecto (de angustia a tranquilidad).
Para que este tercer tiempo pueda ser
efectivo, es preciso que en el segundo tiempo quede al menos la
huella de la imagen-nombre negados, es decir, que por el hecho
de que la imagen-nombre sea eliminada de la conciencia, no por
ello es eliminada del proceso discursivo pues, si así fuera, en
el tercer tiempo no quedaría ninguna posibilidad de
reconstrucción de nada.
Diferencio este tipo de negación
(¬p
Ù
~p)
que llamaré “negación tipo
trasformación en lo contrario” (y que he obtenido de la
disyunción que describe el mecanismo represivo de la
trasformación en lo contrario
“p
Þ
¬p Ù
~p"),
de la doble negación, bien sea la clásica (ØØp)
o la clásica y modificada (Ø~p),
porque en la “negación trasformación en lo contrario” se
inscribe una temporalidad que no poseen las otras dos
negaciones, aunque el resultado final en los tres casos sea la
afirmación de la percepción. Esta temporalidad implica que se ha
realizado en tres tiempos sucesivos.
El saldo de la operación represiva es la
disminución o desaparición del afecto perturbador (angustia),
pero a costa de eliminar de la libre asociación determinados
aspectos de la vida relacionados con el deseo. Se puede decir,
entonces, que como mecanismo defensivo frente a la irrupción de
la angustia, el mecanismo es efectivo, pero a costa de impedir
la libre asociación de ciertos pensamientos y perpetuando de
este modo la emergencia de la angustia, nuevamente desprovista,
ahora, de una buena representación a la que ligarse. En
consecuencia, el sujeto inconsciente se verá constreñido a
elaborar otra representación para poder ligarle la angustia.
Hasta entonces, es de esperar que el sujeto sufra accesos
angustiantes sin ningún tipo de representación conciente.
Probablemente sea este el mecanismo implicado en la fobia y en
algunos fenómenos psicosomáticos, pues en un caso la angustia se
ligaría a una representación conciente banal (el caso de la
fobia), o a un fenómeno somático, las más de las veces también
banal. Por así decir, el sujeto ya tiene de qué angustiarse.
Desde el punto de vista del análisis, éste
debe proseguir hasta que se hayan recuperado las
representaciones primeras que causaron la represión y la
siguiente construcción represiva.
En la analizante del ejemplo no sucedió
así. La asociación de la imagen del diablo con un fragmento de
su historia no fue suficiente para permitirle enfrentarse con la
angustia, quizá por el intenso sentimiento de culpa que llevaba
asociado.
Desde entonces, volvió a sufrir
inexplicables accesos de angustia sin ninguna representación,
tal como había ocurrido antes de iniciar el análisis. Cuando
dejó el análisis y se hizo atender por un psiquiatra que la
medicó, sé que sufrió una intensa trasformación religiosa.
Volvió a la Iglesia y se hizo una buena practicante cristiana
(tercera negación). No he tenido más noticias suyas.
Hasta donde sé (notificado por su
psiquiatra), la medicación le fue bien, no volvió a sufrir
nuevas crisis de angustia y se hizo miembro de una asociación
cristiana de su parroquia. Al parecer, esta acción la puso a
salvo de dar el paso de separarse de su marido, con quien vivía
mal y de quien se quejaba continuamente de desamor. Se sacrificó
por una causa.
En un análisis retrospectivo, la angustia
que la dejaba sin palabras aparecía cuando se encontraba en un
callejón sin salida: no podía delatar al padre sin delatarse
ella.
Con respecto al valor que hay que concederle al mecanismo
defensivo descrito como “negación por trasformación en lo
contrario”, posee la virtud, a través de un sueño, de ligar el
afecto angustia a una representación admitida en la conciencia
que, una vez trasformada en su contraria, hace desaparecer la
angustia. Si recordamos que la sujeto padecía de crisis
inmotivadas de angustia, el mecanismo ofrecido en el sueño hay
que verlo como un intento de solución ante la angustia, porque,
de ser un afecto aparentemente puro, sin representación
conciente, pasa a estar asociada a ciertas representaciones
concientes. Hasta entonces la angustia venía, podemos decir así,
con la representación negada y, en consecuencia, aparentemente
sin representación conciente. Es muy posible que el sentimiento
de angustia aparentemente puro, no ligado a una representación
conciente, fuera el resultado de una negación clásica que,
negando la representación, deja no obstante libre el afecto, que
es sentido como loco y sin causa.
Juan manuel
Gasulla Roso