¿Con qué
resultado? El período que va desde 1910 hasta los últimos
años no ha sido muy abundante en estudios sobre el tema;
sólo puede contarse una media docena de contribuciones
importantes.
Freud volvió dos veces al tema en un intervalo de 11 años y
en cada ocasión de una manera muy especial
(2). Leyendo sus artículos uno intuye que el mismo Freud se
preguntaba si la gente realmente captaría de qué estaba
hablando.(3)
Es útil recordar, a este respecto, que uno de los últimos
fragmentos no finalizados por Freud trata del fetichismo. Ya
que durante su vida fue siempre él quien invariablemente
marcó los nuevos rumbos del análisis no es traído de los
pelos ver en este artículo una premonición de la dirección
que el pensamiento psicoanalítico inevitablemente iría a
tomar en el período de post-guerra.
A saber—el estudio del yo. Porque en los estudios
psicoanalíticos de los últimos diez años —si bien hay
diferencias de acuerdo a tradiciones varias, gustos,
predilecciones, estilos y escuelas psicoanalíticas en cada
país— el estudio del yo es
ciertamente la preocupación primaria.(4)
Durante el mismo período, han reaparecido trabajos sobre el
fetichismo.
Porque, como Freud recomendaba, el estudio del fetichismo es
y sigue siendo de lo más instructivo para cualquiera que se
centre en la dinámica edípica de modo de poder entender más
plenamente qué es el yo.
Con el objeto de aclarar nuestras ideas a la vez que indicar
la orientación principal de nuestro artículo, debemos, en
primer lugar, recordar que el psicoanálisis, el cual nos
permite una visión más profunda de la psique de los niños
que cualquier otra ciencia, fue descubierto por Freud
mediante la observación de adultos —más precisamente
escuchándolos, o mejor dicho,
escuchando su discurso.
En efecto, el
psicoanálisis es una “cura del habla”.
Traer a memoria tales verdades generalmente aceptadas puede
parecer una imposición al principio; mas tras una reflexión,
no lo es. Sólo se trata de un recordatorio del punto de
referencia metodológico esencial. Puesto que, al menos que
vayamos a negar la mismísima esencia del psicoanálisis,
debemos hacer uso del lenguaje como nuestra guía a través de
las así llamadas estructuras preverbales5.
Freud nos ha enseñado y mostrado que los síntomas hablan en
palabras, que al igual que los sueños, están construidos de
oraciones y frases.
En este artículo de 1927, Freud nos introdujo al estudio del
fetiche indicándonos que el mismo debe ser descifrado, y
descifrado como un síntoma o un mensaje6. Incluso nos dice
en qué lengua debe ser descifrado. Esta forma de presentar
el problema no deja de ser significativa. Desde el comienzo,
este enfoque sitúa al problema dentro del dominio de la
búsqueda de sentido en el lenguaje antes que las vagas
analogías del campo visual. (Como, por ejemplo, las formas
huecas que recuerdan a la vagina, las pieles al vello púbico,
etc.) Desde “Glanz auf der Nase”* al pene femenino, pasando
a través de “Glance on the nose”** el fragmento se hace
estrictamente incomprensible al menos que se haya seguido
sin apartarse la senda indicada por Freud. En el ingreso a
este sendero se erige una inscripción en la que se lee
“¿Cuál es el sentido?”
No se trata de un problema de afectos reprimidos; el afecto
en sí mismo nada nos indica. El problema concierne la
denegación de una idea. Con esta denegación nos encontramos
en el dominio del significado, única área donde la
palabra clave “desplazamiento” tiene relevancia. Una
provincia fundamental de la realidad humana, el reino de lo
imaginario7.8
Es aquí donde el pequeño Harry adopta su postura, desde el
momento en que entra su famoso visitante, cuando les corta
las manos a los niños —de modo que no se rasquen— la nariz,
o cuando le da este apéndice a las orugas, para que lo
devoren.9
Es de este modo que Freud clasifica este comportamiento
cuando, al tratar las “transformaciones durante la pubertad”
en los Tres Ensayos dice que la elección de objeto tiene
lugar bajo la forma de criaturas de la imaginación. Está
hablando de un metabolismo de las imágenes cuando explica el
regreso a características patológicas bajo la influencia de
un amor mal habido, por el retorno de la libido a la imagen
de la persona amada en la infancia.
Es este el significado profundo de la observación respecto
de la contribución psíquica a las perversiones.”Sin importar
cuan horroroso sea el resultado, siempre puede encontrarse
un elemento de actividad psicológica, el cual corresponde a
la
idealización de la tendencia sexual”.
Entonces, ¿dónde está el quiebre en esta línea? ¿Qué ocurre
en el momento en que —dejando de imaginar, hablar, dibujar—
Harry, sin saber porqué, corta un mechón de cabello? El
momento en que, sin explicación, sale corriendo a los gritos
con el propósito de no ver a su amigo lisiado.
A primera vista, diríamos que él ya no sabe lo que está
haciendo. Ahora nos encontramos en una dimensión donde el
sentido parece perdido, la dimensión donde va a hallarse,
por lo visto, la perversión fetichista, el gusto por las
narices
lustrosas. Y si no hubiera elaboración en torno a la nariz o
el mechón de cabello amputado, esto sería imposible de
analizar como una verdadera fijación perversa.
En efecto, si una pantufla fuera, en sentido estricto, el
desplazamiento del órgano femenino y no hubiera otros
elementos presentes como para elaborar los datos
fundamentales, nos consideraríamos enfrentados a una
perversión primitiva
absolutamente por fuera de los límites del análisis.10
Se desprende
que lo imaginario no representa en ningún sentido el
conjunto de lo que puede ser analizado. La observación
clínica de Harry puede ayudarnos a resolver la cuestión que
nos hemos planteado. Puesto que esta es la única instancia
en que el comportamiento de Harry muestra lo que en
psiquiatría clínica llamaríamos reticencia, oposición,
mutismo. Ya no intenta expresarse en palabras; él grita. En
consecuencia, ha abandonado dos veces el intento de hacerse
entender
por otros.
Y es aquí donde se produce el quiebre.
¿Cuál es el registro en el que, por un momento, este niño
rehúsa emplazarse? Diríamos, junto a E. Jones, el registro
del símbolo, registro esencial a la realidad humana.11
Si Harry ya no se hace entender por otros, de igual manera
se les ha convertido en incomprensible. Esta puede parecer
una observación extraordinariamente banal pero sólo lo es si
olvidamos que, cuando decimos “eres mi mujer” también
estamos diciendo “soy tu marido” y en consecuencia no somos
ya los mismos que éramos antes de pronunciar estas palabras.
El discurso es materia sutil, sí; pero, en este caso, es una
ofrenda. En esta entrega, encuentra el
análisis su razón de ser y su efectividad12.
Y si consideramos las primeras palabras de la humanidad,
notamos que la contraseña, por caso, tiene la función —como
signo de reconocimiento— de salvar al orador de la muerte.13
La palabra es un don de la lengua y esta no es inmaterial.
Es materia sutil, pero no obstante es materia. Puede
fecundar a la mujer histérica, puede significar el flujo de
orina o el excremento retenido14. Las palabras también
pueden sufrir
heridas simbólicas. Recordamos la “Wespe” con la W castrada,
cuando el hombre de los lobos llevó a cabo el castigo
simbólico que le fue infligido por Grouscha.15
El lenguaje es, entonces, la actividad simbólica por
excelencia: todas las teorías del lenguaje que se basan en
una confusión entre la palabra y su referente pasan por alto
esta dimensión esencial. ¿No le recuerda acaso Humpty Dumpty
a
Alicia que él es el amo de la palabra, si no de su
referente?
Lo imaginario sólo es descifrable si es traducido en
símbolos. En este momento el comportamiento de Harry no lo
es; antes bien es él mismo quien está atraído por la imagen.
Harry no imagina el símbolo; le da realidad a la imagen.
Esta captura
imaginaria (captura de la imagen y por la imagen) es un
constituyente esencial de cualquier “realidad” imaginaria,
al punto que consideramos la captura por la imagen como
instintiva. Consecuentemente, los mismos colores capturan a
la hembra y al macho de los espinosos, impulsándolos a la
danza nupcial.
Es cuando, en el análisis, el paciente se sitúa en una
posición narcisista que reconocemos haber golpeado la
resistencia. Y lo que la experiencia en el análisis
demuestra (y halla) es precisamente que en vez de dar
realidad al símbolo, el
paciente intenta constituir hic et nunc, en la experiencia
del tratamiento, ese punto de referencia imaginario al que
llamamos “meter al analista en su juego”16.
Estopuede
verse en el caso del intento, por parte del hombre de las
ratas, de crear hic et nunc con Freud, esta relación
imaginaria sádico‐anal; Freud observa claramente que esto es
algo que se traiciona a sí mismo, revelándose en el rostro
del paciente por lo que él refiere como “el horror de un
goce desconocido“17.
Tales son las esferas en las que nos movemos en el análisis.
¿Pero estamos en la misma esfera cuando, en la vida
cotidiana, encontramos a nuestro prójimo y hacemos juicios
psicológicos respecto de él? ¿Estamos en la misma esfera
cuando decimos que tal y tal tienen una personalidad fuerte?
Ciertamente no. Freud no habla en el registro del análisis
cuando se refiere a las “personalidades” del hombre de las
ratas. No es en este nivel donde encontramos el tipo de
posibilidad de valoración y medición directa que nos permita
establecer determinada relación
con determinada persona.
Debemos admitir que este juicio directo de la persona es de
poca importancia en la experiencia analítica. No es la
relación real la que constituye el campo propio del
análisis. Y si, en el curso del análisis, el paciente trae
la fantasía de fellatio a su analista, no intentaremos, a
pesar del carácter incorporativo de esta fantasía, hacerla
encajar en el ciclo arcaico de su biografía —por ejemplo,
atribuyéndola a una carencia de nutrimento en la infancia.
Probablemente esta idea no se nos ocurriría. Diríamos, en
cambio, que el paciente es presa de la fantasía.
Puede representar una fijación en un estadio oral primitivo
de su sexualidad. Pero esto no nos induciría a decir que el
paciente es un “felator” constitucional. El elemento
imaginario sólo tiene valor simbólico, el cual deber ser
evaluado y
comprendido a la luz del momento particular del análisis en
el que acaece. Esta fantasía se crea para expresarse a sí
misma, para ser dicha, para simbolizar algo que puede tener
un significado completamente diferente en el momento del
diálogo.
Ya no nos
sorprende que un hombre eyacule a la vista de un zapato18,
de un corsé, de un impermeable19; aunque de hecho estaríamos
muy sorprendidos si cualquiera de estos objetos pudiera
saciar el hambre de un individuo, sin importar
cuan extremo éste fuera. Es justamente porque la economía de
las satisfacciones implicada en los trastornos neuróticos
está menos ligada a ritmos orgánicos fijos — si bien pueden
dirigir alguno de ellos— que los trastornos neuróticos son
reversibles.
Es sencillo ver que este orden de satisfacción imaginaria
pueda encontrarse solamente en el reino de la sexualidad. El
término “libido” se refiere a un concepto que expresa la
noción de reversibilidad e implica aquella otra de
equivalencia. Es el término dinámico el que hace posible
concebir una transformación en el metabolismo de las
imágenes.
Luego, al hablar de satisfacción imaginaria, estamos
pensando en algo de alta complejidad. En los Tres Ensayos,
Freud explica que el instinto no una es información sencilla
sino que, antes bien, se halla compuesto de diversos
elementos, los cuales están disociados en los casos de
perversión20.
Esta
concepción del instinto está confirmada por las recientes
investigaciones de los biólogos que estudian los ciclos
instintuales, en particular el ciclo sexual y el
reproductivo.
Dejando a un lado los estudios, más o menos inciertos e
improbables, concernientes a los relevos neurológicos del
ciclo sexual —por cierto, el punto más débil de estos
estudios, se ha demostrado que, en los animales, estos
ciclos son
pasibles de desplazamiento. Los biólogos no han podido
hallar otra palabra que desplazamiento para designar el
móvil sexual de los síntomas.
El ciclo de comportamiento sexual en el animal puede ser
iniciado por varios disparadores. Y un cierto número de
desplazamientos puede ocurrir en el interior del ciclo21.
Los estudios de Lorenz demuestran la función de la imagen en
los ciclos de alimentación. En el hombre, también es
principalmente en el plano sexual donde lo imaginario juega
un papel y donde acontecen desplazamientos.
Diríamos, entonces, que el comportamiento puede llamarse
imaginario, cuando su dirección a una imagen, y su propio
valor como imagen para otra persona, lo hacen desplazable
por fuera del ciclo en el cual se satisface una
necesidad biológica.
Los animales son capaces, en esos segmentos desplazados, de
trazar el bosquejo del comportamiento simbólico como por
ejemplo en la "wagging dance", la lengua de las abejas. El
comportamiento es simbólico cuando uno de esos
segmentos desplazados toma un valor social. Le sirve al
grupo como punto de referencia del comportamiento colectivo.
Esto es lo
que queremos decir cuando afirmamos que el lenguaje es el
comportamiento simbólico por excelencia.
Si Harry permanece callado, es porque no se halla en estado
de simbolizar.
Entre las relaciones simbólicas e imaginarias existe la
distancia que separa la culpa de la angustia22.
Y es aquí donde el fetichismo nace históricamente, en la
línea demarcatoria entre la angustia y la culpa, entre la
relación dual y la de tres lados. Freud no deja de notar
esto cuando recomienda el estudio del fetichismo a
cualquiera que pueda
dudar del miedo a la castración; en las notas que siguen a
los Tres Ensayos, dice que las perversiones son el residuo
del desarrollo hacia el complejo de Edipo. Porque es aquí
donde los varios elementos que componen el instinto pueden
disociarse.23
La angustia, como sabemos, está siempre conectada con una
pérdida —esto es, una transformación del yo— con una
relación dual a punto de desvanecerse para ser reemplazada
por otra cosa, algo que el paciente no puede enfrentar sin
vértigo. Esto es el dominio y la naturaleza de la angustia.
Ni bien se introduce una tercera persona en la relación
narcisista, emerge la posibilidad de una mediación real, a
través del intermediario, del personaje trascendente, es
decir, de alguien a través de quién el deseo de uno y su
cumplimiento pueden ser realizados. En este momento, aparece
otro registro, el de la ley —en otras palabras, el de la
culpa.
La historia clínica completa del caso de Harry vira en torno
a este punto ¿Lo impelerá el miedo de castración a la
angustia? ¿O será enfrentado y simbolizado como tal en la
dialéctica edípica? ¿O más bien el movimiento se congelará
en un
monumento permanente que, al decir de Freud, el miedo
levantará para sí mismo?24
Para enfatizar este punto: si la fuerza de la regresión (del
afecto) fuera a encontrarse en el interés por el sucesor del
falo femenino, es la denegación de su ausencia la que habrá
construido el monumento. El fetiche se convertirá en el
vehículo tanto de la aseveración como de la negación de la
castración.
Es esta oscilación la que constituye la naturaleza misma del
momento crítico. Comprender la diferencia de los sexos es
ponerle fin a este juego, es aceptar a relación de tres
lados. Aquí entonces está la vacilación de Harry entre la
angustia
y la culpa. Su vacilación en la elección de objeto y, de la
misma manera, posteriormente, en su identificación25.
Acaricia los zapatos de su madre y los de Sandor Lorand. Es
su oscilación entre el trato infligido de acariciar o
cortar. Es la búsqueda de una solución de compromiso entre
sus deseos y su culpa, lo que dota a la madre de un pene.
Puesto que él lo ha explorado y sabe que ella no posee
uno26. Hasta el extremo donde la evidencia se fuerza sobre
él que en sus dibujos los penes se vuelven más largos y
fuertes.
La negación
de la vagina es necesaria, de acuerdo a Sandor Lorand, para
la conservación del triángulo feliz. Feliz, sí pero —como
Lorand probablemente acordaría— no verdadero. El triángulo
verdadero significa conflicto. Y es aquí donde Harry
tambalea.
Cada situación analizable —o sea interpretable
simbólicamente— se inserta siempre en una relación de tres
lados27. En consecuencia, Freud tenía algo de razón al darle
este lugar especial al fetichismo en su especulación. Lo
hemos visto en la
estructura del discurso, la cual es mediación entre
individuos en la realización libidinal.
Lo que se muestra en el análisis es afirmado en las
doctrinas y demostrado en la experiencia —a la inteligencia—
que nada puede ser interpretado excepto a través de la
intermediación de la realización edípica
(28).
Esta es la razón de que
parezca vano explicar el horror de los genitales femeninos a
través de ciertas memorias visuales que datan del doloroso
pasaje por el canal de parto.
Porque es la realidad en su aspecto accidental la que
detiene la mirada del niño justo antes de que sea demasiado
tarde. No habría ninguna razón para que el niño crea la
amenaza de su niñera si no hubiera visto la vulva de su
amiguita29.
Tampoco hay razón alguna para que acepte la ausencia del
pene materno, especialmente cuando ya ha evaluado
narcisísticamente el suyo y ha visto el pene de su padre,
aún mayor, si no está advertido del peligro de perderlo.
Esto significa que todas las relaciones duales siempre están
estampadas con el estilo de lo imaginario. Para que una
relación asuma su valor simbólico, debe existir la mediación
de una tercera persona la cual provea el elemento
trascendente
a través del cual la relación de uno con un objeto pueda
sostenerse a cierta
distancia30.
Si le hemos dado tanta importancia al caso del pequeño Harry,
es porque sentimos que este caso de fetichismo es
extremadamente ilustrativo. Articula, de una manera
particularmente impactante, esos tres dominios de la
realidad humana
a los que hemos llamado lo simbólico, lo imaginario y lo
real.
Por nuestra parte, encontramos aquí más justificación del
lugar especial que—como hicimos notar al comienzo— Freud
concede al estudio del fetichismo
(31).
1
Abraham, Karl, “Observaciones sobre el psicoanálisis de
un caso de fetichismo de pie y de corsé”(1910) en Obras
escogidas, Londres, 1927.
2 Freud, Sigmund, “Fetichismo” (1927) en International
Journal of Psychoanalysis, Vol. IX, 1928.
3 Freud, Sigmund, “Escisión del yo en el proceso de
defensa” (1938) en International Journal of
Psychoanalysis, Vol. XXII, 1941
4 Dugmore ,
Hunter , “Cambios de la relación de objeto en el
análisis de un fetichista” en nternational Journal of
Psychoanalysis, Vol. XXXV, 1954. Payne, Sylvia,
l'Algunas observaciones sobre el desarrollo del yo del
fetichista” en Intenational Journal of Psychoanalysis,
Vol. XX, 1939.
5
Lorand, Sandor, “El fetichismo en statu nascendi”,
International Journal of Psychoanalysis, Vol. XI, 1930.
6 Freud, Sigmund, “Fetichismo” (1927) en International
Journal of Psychoanalysis, Vol. IX, 1928.* (alemán) el
brillo de la nariz (N. del T.)
** (inglés) la mirada en la nariz; Glanz y glance se
pronuncian exactamente igual.(N. del T.)
7 Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del
lenguaje en el psicoanálisis” (Informe de
conferencias, Instituto de Psicología de la Universidad de
Roma, 1953)
8 Freud, Sigmund, “Fetichismo” (1927) en International
Journal of Psychoanalysis, Vol. IX, 1928.
9 Lorand, Sandor, “El fetichismo en statu nascendi” en
International Journal of Psychoanalysis, Vol. XI,
1930.
10 Lacan, Jacques, “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”
(Informe de conferencias, 1953).
11 Freud, Sigmund, “Tres contribuciones a la teoría de la
sexualidad” (1905), Nueva York, 1910.
12 Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y el
lenguaje en psicoanálisis” (Informe de
conferencias, Instituto de Psicología de la Universidad de
Roma, 1953).
13 Strauss, Claude, “Las estructuras elementales de
parentesco”, París, 1947.
14 Dugmore, Hunter, “Cambios de la relación de objeto en el
análisis de un fetichista” en Internatonal
Journal of Psychoanalysis, Vol. XXXV, 1954.
15 Freud, Sigmund, “El hombre de los lobos” en Cinco
Psicoanálisis
16 Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis” (Informe de
conferencias, Instituto de Psicología de la Universidad de
Roma, 1953).
17 “El hombre de las ratas” en Cinco Psicoanálisis.
18 Abraham, Karl, “Observaciones sobre el psicoanálisis
de un caso de fetichismo de pie y de corsé”
(1910) en Obras Escogidas, Londres, 1927.
19 Dugmore, Hunter, “Cambios de la relación de objeto en el
análisis de un fetichista” en
Internacional Journal of Psychoanalysis, Vol. XXXV, 1954.
20 Freud, Sigmund, “Tres contribuciones a la teoría de la
sexualidad” (1905), Nueva York, 1910.
21 Por ejemplo, en la lucha entre aves, uno de los
combatientes puede repentinamente ponerse a
arreglar su plumaje; luego un aspecto de comportamiento de
gala interrumpe el ciclo de combate.
22 Freud, Sigmund, “Escisión del yo en el proceso de
defensa” (1938) en International Journal of
Psychoanalysis, Vol. XXII, 1941.
23 Freud, Sigmund, “Tres contribuciones a la teoría de la
sexualidad” (1905), Nueva York, 1910.
24 Freud, Sigmund, «Fetichismo» (1927) en International
Journal of Psychoanalysis, Vol. IX, 1928.
25 Lorand, Sandor, “El fetichismo en statu nascendi” en
International Journal of Psychoanalysis, Vol. XI,
1930.
26 Freud, Sigmund, “Una teoría infantil sobre el origen del
sexo femenino” (1923). Obras escogidas.
Londres, 1927.
27 Abraham, Karl, “Dos contribuciones a la investigación del
símbolo — Tres vías en la leyenda de
Edipo” , Imago, Vol. IX, 1925.
28 Abraham, Karl, “Dos contribuciones a la investigación del
símbolo — Tres vías en la leyenda de
Edipo” , Imago, Vol. IX, 1925.
29 Freud, Sigmund, “La escisión del yo en el proceso de
defensa” (1938) International Journal of
Psychoanalysis, Vol. XXII, 1941.
30 Abraham, Karl, “Dos contribuciones a la investigación
del símbolo — Tres vías en la leyenda de
Edipo” , Imago, Vol. IX, 1925 Lacan, Jacques, “Lo simbólico,
lo imaginario y lo real” (Informe de
conferencias, 1953).
31 Deseamos expresar nuestro grato reconocimiento al Sr.
Stanley Cleveland y a su señora por
ayudarnos amablemente a editar nuestro texto en inglés.
(Lacan y Granoff)